En Las Cruces, una cruz para Gabo

1978

Gabriel Sanhueza, (Gabo), mi amigo, me dijo en varias ocasiones  que pasar el mes de agosto no garantiza nada, incluso contaba que unos amigos decían que  no había que cantar ninguna victoria a fines de agosto porque en septiembre también podría dejarse caer el chancacazo… Y así ocurrió.  Partió de este mundo el día 28 de septiembre de 2013, a consecuencias de un problema post operatorio.

Gabo dejó una cruz en Las Cruces. Y no es la del tradicional madero, ni tampoco del santo rosario. Se trata de una cruz natural que se dibuja como si fuera un arco iris entre el balcón de la que era su casa frente a la Stella Marís y las olas que rompen en la playa Grande.

Gabo se quedó allí, quizás no todos los días, ni todas las noches, pero a veces viene. Cuando camino hacia el Illimay lo veo entre buenos quesos, buen vino en una amena conversación con Sylvie,  su esposa.

Poco antes de morir, su zapatero le había dicho que para pasar agosto tenía que ponerse unas ramitas de ruda en el bolsillo o en la planta de los pies dentro o fuera del calcetín. No sé si lo hizo, sólo sé que le había gustado mucho este consejo. También, lo que siempre le decía una de sus vecinas cuando sacaba a pasear a la playa a su perrita vestida de marinero. Don Tuco, su vendedor de pescado, también le había advertido que la sombra negra llamada muerte llegaba en agosto y que a veces se quedaba entre nosotros en septiembre. Así fue. Así se fue.

Payo Orellana, uno de sus amigos cree que Gabo en la corte celestial se ha alineado con los perseguidos y oprimidos para fundar el Movimiento  de los Ángeles Revolucionarios, MAR.

Y, Jorge Osorio, otro de sus amigos,  ha dicho que en una de sus visitas imaginarias a Las Cruces le ha parecido escuchar en las olas este diálogo:

–  Parra: “Gabo, te invito a tomar pipeño.”

–  Gabo: “Gracias, pero ya estoy acostado”.

Intrigado por esta invitación, por la noche, Gabo leyó un poema de Parra, pero como no le gustó lo mandó a la misma punta del cerro.

Parra al  enterarse de esto, enfurecido le tiró  todos los perros abandonados que en la playa persiguen a las gaviotas o a quien los miré a los ojos.

–   “Aquí te espero viejito.”, contó la ola que le respondió.

Myriam Carmen Pinto. Cuentos Cuánticos.  septiembre 2014.

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