Cruce en las Cruces, el pueblo que eligió el poeta Nicanor Parra para dormir en una cruz.

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A sólo 100 km de Santiago, Chile,  alrededor de dos mil personas viven de espalda a los mercados y el consumo. Y es que en este pueblo balneario no hay bancos, grandes tiendas, cines, ni oficinas ministeriales y a cambio de todo ello,  están las playas y su arena dorada, una reserva marina,  un santuario de naturaleza, las bandadas de pájaros que llegan desde el norte, anunciando un cambio de estación. A todo ello se agrega lo que se escucha a toda voz: que aquí muere y los que mueren se van en una cruz. Quizás por ello, tampoco hay cementerios

Los vecinos más antiguos que lo habitan son pescadores,  mariscadoras,  ex trabajadores agrícolas e incluso congregaciones de monjas que han heredado un par de mansiones de la época de cuando era un distinguido balneario, testimonio de vidas palaciegas de la élite del siglo XIX.  El primer grupo conforman las familias fundadoras del pueblo en sí, quienes trabajando en los tiempos de las haciendas recibieron de parte de sus patrones grandes extensiones de hijuelas a modo de comprensiones por años de trabajo las cuales fueron posteriormente loteadas y una gran parte de ellas traspasadas a las segundas generaciones se habían propuestoobien vendidas a terceros.

Aquí también residen  arquitectos, artistas, artesanos y profesionales que luego de acogerse a sus planes de jubilación se han instalado aquí huyendo de la capital, buscando  desintoxicarse, silencio, contacto con la naturaleza y «ejercer su derecho a respirar», como dice el poeta Nicanor Parra.

Esta diversidad de vecinos cohabita entre casas y cabañas vacías y cerradas durante una buena parte del año, casonas y castillos y casas señoriales, muchas de ellas con grutas y capillas en su interior;  un balneario muy conservador que en su arquitectura y sus calles circulares fue diseñado por Josué Smith Solar, uno de los mejores arquitectos de la época, con el objetivo de crear un balneario “moderno y exclusivo para gente de buen gusto”, según le encargaran los directivos de la Comunidad Playa Blanca compuesta por los vecinos: Osvaldo Marín, Javier Angel Figueroa y José Tomás Matus, quienes se habían propuesto asimilarlo a los balnearios que habían conocido en Francia e Inglaterra. Así lo pensaron y entonces creían, pero dicho  proyecto quedó a medias. Por entonces, las mansiones ya habían sido construidas, conformándose los barrios «El Vaticano» y «El Quirinal», cada uno con sus respectivas iglesias de piedra.

Y como la historia se repite, cuando este lugar fue perdiendo  su exclusividad, dichas familias de la entonces alta sociedad partieron hacia otros balnearios. Venían arrancando también de Cartagena que empezaba a popularizarse.

Recorrido turístico

En Las Cruces, no hay una plaza principal, pero sí playas, acantilados, roqueríos,  una laguna santuario, una reserva marina, un parque ecopoético reserva de flora y fauna autóctona con ecopoemas escritos en troncos y cortezas.

En el sector, «Punta del Lacho»,  reconocido como el mejor mirador del Litoral de Los Poetas, permite observar la puesta del sol, incluyendo la propia curvatura del planeta y el rayo verde que se muestra a los verdaderos enamorados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde aquí se aprecian playas vecinas y unas viejas cruces erigidas entre las rocas en recuerdo de un naufragio. De esta historia surge el nombre Las Cruces. «Es como un imán que viene del mar y que no se puede dejar de enmudecer». «El mar sereno, el mar que baña de cristal la patria». Así lo  describió el poeta Nicanor Parra en uno de sus poemas. También ha dicho que eligió residir en este pueblo hace unos 25 años porque le recordaba sus barrios de infancia en Chillán junto al cementerio; es el poeta que duerme en una silla y en una cruz como dice también en uno de sus poemas, agregando que tal vez bajo ella hay una iglesia.

Subiendo desde la playa y la caleta que muchos llaman Varadero, la vida rural cotidiana y en verano de visitantes playeros, se reúne y sale a su paso… el supermercado,  la posta, dos locales de internet, otro de verduras y un buen par de pares de botillerías para los sobrevivientes que intentan recomponer sus almas desgarradas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La parroquia principal tiene un antiguo campanario y para llegar a ella es necesario atravesar  un pequeño puente paralelo a la orilla del mar, subir una escalera que lleva al cielo, trepar una colina o bien adentrarse hacia un sinuoso sendero de arena dorada, cruzando colinas y barrancos llenos de vegetación rústica.

No hace mucho se instaló  el Conjunto Ilimay, la única edificación urbana y moderna. Ubicado frente a la playa grande  está cercado y para entrar hay que ser socio y/o invitado, mostrar el carnet y firmar un libro  grande de registros.

Entorno de Nicanor Parra

La casa de Nicanor Parra se llama «Torre de Márfil», aunque es blanca  y negra con tejuelas oscuras en el techo. Está en la calle Lincoln; una larga calle que atraviesa el pueblo como una cicatriz formando una cruz media curva, agregando a su cabecera  una escalera de piedra.   Una de las calles que conducen a esta casa se llama Violeta Parra; la misma conduce al Centro Cultural Imaginario que lleva por nombre Nicanor Parra.

La casa mira hacia el mar, frente a frente a Cartagena y a la tumba de Vicente Huidobro y por su puerta de acceso, un rayado que dice «Antipoesía», escrito por el mismo poeta, mira a Neruda, su casa museo y tierra de su reposo en Isla Negra, balneario vecino.

Por la bajada hacia la playa, la casa no deja ver su actividad hogareña, escondiéndose entre  árboles que él poeta  ha dicho no podará ni cortará nunca más.

Cruces en la poesía de Nicanor Parra – «Voy y vuelvo»

«Los saluda con lágrimas de sangre
El poeta que duerme en una cruz».

“Tal vez bajo esta cruz hay una iglesia”.

“Más temprano que tarde caeré de rodillas a los pies de la cruz”.

“Tarde o temprano llegaré sollozando a los brazos abiertos de la cruz”.

Myriam Carmen Pinto. Las Cruces, Chile.

 Fotografias blanco y negro Miguel Navarro Cofré; fotografias color José Aravena Varela, Mirenchu Pinto y Alejandra Solis Farias. Gritografias en red, diciembre 2011
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