Cambios en la forma de ejercer resistencia

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«Resultaría lógico hablar en un comentario de coyuntura como éste sobre los supuestos grandes temas. Pero la Historia también está llena de constructores anónimos cuyas acciones nunca serán conocidas. En Ediciones Radio y Diario Universidad de Chile asistimos a la presentación del primer libro de este 2019, “¡Y lo hicimos caer! Historias de Agitación Política y Panfletos de Lucha contra la Dictadura”, de la periodista Myriam Carmen Pinto. En ella, la autora presenta una selección de su esmerada colección de panfletos que fue atesorando desde fines de la década del ’80, cada vez que esos pequeños instrumentos de información y resistencia se ponían ante sus pies.

Debemos hacer un esfuerzo por explicar la importancia de esos aportes, porque en estos 30 o 40 años no solo se produjo el tránsito desde una dictadura hacia otro momento histórico, sino que entremedio hubo un cambio tecnológico, con consecuencias en los medios de comunicación remotos, como no había conocido la Humanidad. Dicho de otra manera: la Revolución Pingüina que fue apenas ayer, en 2006, se hizo con mensajes de texto, pues aún no había un uso masivo de Facebook, Twitter, Whattsap ni Instagram. Imagínense, especialmente quiénes son más jóvenes, cómo era más atrás: ejercer la resistencia cuando no había teléfonos móviles, GPS, internet ni redes sociales. En ese contexto los panfletos eran lo más parecido a los memes o banners de nuestros tiempos.

Por las mismas razones, es muy difícil que alguien de 30 años o menos sepa qué es, o qué fue, un stencil o un mimeógrafo. Al servicio de la lucha contra la opresión, con toda seguridad fueron miles los que participaron en el proceso de diseñar, imprimir, cortar, almacenar, distribuir y difundir estas pequeñas piezas que pretendían ir al grano: indicar a qué hora era el cacerolazo, pedir la liberación del último preso político, generar adhesión para un paro nacional o decir, simplemente, la frase-cántico típica de la oposición de la época: Y va a caer. El éxito de la operación y de la integridad física de los autores requería, precisamente, el anonimato: que nunca se supiera quiénes fueron esas personas que no podían aspirar a reconocimiento y que no podían ganar nada para sí con estos pequeños-grandes gestos de heroísmo, salvo aquello en que les comprometía la construcción de un futuro mejor para nuestro país.

Revisar el libro implica no solamente volver a un momento relevante de la historia reciente. Es remitirse a otra forma de entender la relación de los individuos con el colectivo. A propósito de lo que conversábamos sobre la lógica individual de los sistemas educativo, de previsión y salud implementados en dictadura, la historia de los panfletos es la historia de formas de búsqueda de sentido que se satisfacían en las grandes causas colectivas. No todo se hacía para ganar algo a cambio e incluso se hacía con la conciencia plena de que serían otros quienes finalmente los disfrutarían. Como parte de las generaciones que vinimos después, me permito esta mañana citar el verso de Joaquín Sabina que dice “y en el diario no hablaban de ti” y agradecer, a modo de homenaje, a cada persona que trabajó en los panfletos, puso una barricada, cocinó una olla común y otras tantas acciones cuyo único propósito era, tan simple y tan ambicioso, construir un Chile mejor».

Fuente: Comentario Patricio López. Radio Universidad de Chile- 5 de mayo 2019.

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