Vivencias de la boda de dos mujeres en Mendoza; compran sus argollas, vestidos de blanco; serán esposos y esposas. Historia de un matrimonio igualitario, entornos próximos; silenciosa objección de conciencia; nuevos modelos de familia, igualdad en las diferencias, desigualdad y diversidad; marco de una esperada ley que algunos califican del demonio, gestada por personajes de las tinieblas. Por Mirenchu Pinto, periodista.
«No las caso, aunque me cueste la vida»
En Mendoza, cuando Patricia y Melisa decidieron contraer matrimonio enfrentaron una serie de trámites que nunca imaginaron. En primer lugar tuvieron que elevar una solicitud en la oficina del Registro Civil en la que daban cuenta de su libre y pleno consentimiento. Una vez aprobado este documento procedía a continuación ubicar una fecha para efectuar la ceremonia. La Jueza de Paz que ese día las atendió – al constatar que se trataba de dos novias sin novios, sin mirarlas en ningún momento a los ojos les dijo que cursaría de inmediato la aprobación de dicha solicitud, pero que agregó diciendo que no tenía tiempo disponible que ella no oficiaría la boda. El plan de Patricia y Melisa era casarse a la semana siguiente de este correspondiente papeleo y querían que la ceremonia se realizara en el departamento donde ambas residían.
Dos funcionarias de una oficina vecina, al escuchar esta conversación que empezaba a subir de tono llegaron al mesón de la atención de público, donde estaban Patricia y Melisa. Fueron a ver quienes eran , afirmando que ellas también tenían su agenda completa. Según ellas, no podían ir una tarde al departamento de las solicitantes porque eran horas que dedicaban a la vida familiar. Suma y sigue, una y otra negativa por parte de otras dos funcionarias, mientras las contrayentes empezaban a molestarse y a subir el tono de voz cada vez más, una de ellas, quizás cansada de tanta mentira, las llamó hacia un rincón de la sala para decirles que se negaban a casarlas porque un matrimonio entre dos mujeres no era compatible con sus principios morales y religiosos. «Que me acusen de lo que quieran», les dijo – agregando que su Dios le decía que se opusiera a la reciente ley que permitía el matrimonio igualitario. «Aunque me cueste el puesto, aunque me cueste la vida, para mí primero está lo que Dios me dice», dijo
En vista de que ya no tenían con quien más acordar la fecha de su matrimonio, una de las novias llamó por teléfono a un abogado, querían dejar constancia, levantar un acta denuncia de lo que consideraban una discriminación. El teléfono sonaba y sonaba, nadie respondía. Fue entonces cuando subió al segundo piso dirigiéndose a la oficina de la directora del servicio público. Creyendo que podía lograr una mediación, salió de allí nuevamente sin fecha alguna. La autoridad insistió en que debían acordar la hora y fecha con alguna juez de paz y que ella no podía interceder.
Siguieron llamando al abogado. Los minutos corrían, llevaban ya casi dos horas con el trámite que no lograban cerrar. El público las miraba haciendo gestos de rechazo, tomando distancia como si fueran dos leprosas.
Melissa llora desconsoladamente hasta que una joven le habla al oído, diciéndole su disposición para oficiar la boda.
A continuación se sucede otro impasse. La oficial no sabía si poner el nombre de una de ellas en el recuadro dedicado al hombre. Y claro, hay una nueva ley, pero aún no se ha adecuado la documentación acorde. Según se estipula en el reglamento la formula «marido y mujer» debe cambiarse por la de «cónyuges» o «contrayentes». Los formularios aún mantienen la descripción hombre y mujer.
Con la fecha en la mano, las novias se dirigen a continuación a comprar las argollas. En la tienda, una de las vendedoras les habla creyendo que eran madre e hija (51 y 28 años) y a la que supuso la madre le pregunta el nombre del novio para enviar por el respectivo grabado. Grande fue su sorpresa cuando se dio cuenta que se trataba de un matrimonio igualitario. Así y todo no se atrevió a rechazar el pedido, quizás porque se trataba de una muy buena venta. Las argollas elegidas eran de otro rosado, labradas y los relieves de sus nombres quedarían con un relieve de oro brillante de primer uso.
A la hora de elegir los vestidos de novia
La joven Melisa había soñado siempre casarse con un vestido vaporoso y un velo transparente que cubriera su larga trenza. Por su parte, Patricia, también quería vestir un traje de novia. Después de discutirlo varias veces decidieron comprarse trajes de terno y corbata. A estas alturas, los venderos de la Casa de las Novias estaban sin voz.
En la noche de boda
En el día de la boda no usaron el terno, vistieron ropa común del día a día. La joven jueza de paz finalmente termina la ceremonia declarando que en nombre de la ley en unión matrimonial las declara «Marido y Mujer», y luego se da cuenta del error y tratando de corregir dice: Mujer y Mujer… entre mujeres
La pareja compuesta por una chilena y una española se había conocido a través de Internet. Melissa cruzó el Atlántico para avecindarse en la ciudad de Mendoza. Desde entonces siguen juntas su rumbo, venciendo innumerables barreras. “Ojala nunca te arrepientas”… le dijo la madre a la joven, quién le respondió “por lo menos no arrastraré a un marido que no me atrevo a dejar como tú”.
Silenciosas prácticas
Argentina es el primer país de América Latina que sacó adelante una ley que permite a parejas de un mismo sexo contraer matrimonio civil, incluyendo derechos de adopción, herencias y beneficios sociales. Tipificada como matrimonio igualitario, esta ley situó al país como uno de los más innovadores en materias de derechos, destacando en varias primeras planas de importantes diarios internacionales. No obstante, nada se ha dicho frente al recurso de “Objeción de Conciencia”, que permitiría a los directores de oficinas civiles oponerse a oficiar este tipo de bodas. Dicen que no se les puede obligar hacer algo contra su voluntad. En algunas oficinas proponían publicar listados que incluyan los nombres de jueces de paz que no desean oficiar estas bodas. Las iniciativas no prosperaron.
Sectores conservadores de la iglesia católica han dicho que esta ley es del demonio, calificando a sus gestores como personajes de las tinieblas. Como contraofensiva, organizaron seminarios y empezaron a distribuir publicaciones para guiar y orientar a los jueces de paz de manera que puedan ampararse en el recurso de objeción de conciencia que opera como resguardo cuando un ciudadano está obligado frente a la normativa que le viene impuesta desde el Estado.
«La Biblia me enseña que primero tengo que obedecer la ley de Dios y, después, la ley de los hombres…» En Cordoba, por pensar diferente y apoyar esta ley, la curia expulsó de sus filas a un sacerdote de 53 años.
En algunos estados provinciales se han interpuesto recursos legales, sin lograr éxito, Buscan que la objeción pueda aplicarse. Grupos organizados de gay y lesbianas anuncian que llevarán los casos a los tribunales. Argumentan que una persona nombrada como representante del Estado para determinadas funciones, al ejercerlas está obligada a acatar lo que dictamina la ley y que negarse constituye un acto discriminatorio; un grave retroceso en materias de derechos humanos y ciudadanos, un ejercicio de abuso de poder.
Según la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, Falgt, entre el 15 de julio, fecha de la promulgación de la ley y el 26 de diciembre de 2010, un total de 850 parejas contrajeron matrimonio igualitario.
Nota de la edición. Los hechos relatados son reales y solo se han cambiado los nombres de las novias contrayentes.