Se trata de un trayecto de 30 kilómetros que fue declarada ruta patrimonial por el Ministerio de Bienes Nacionales con el objetivo de valorizar la cultura afro en Chile. Los descendientes viven en la región de Arica y Parinacota, estuvieron muchos años en silencio, tratando de mantenerse en el anonimato desde inicios del siglo pasado, mezclándose con criollos y descendientes de europeos o chinos para no ser discriminados.
Los orígenes de la comunidad negra de Arica son Guinea y Sudáfrica, desde donde eran importados como esclavos, estos últimos eran considerados una joya preciosa, también se importaban desde El Callao o Cartagena de Indias.
La ruta es la primera en la región, y es algo por lo que lucharon los líderes de la comunidad de afrodescendientes. Las agrupaciones involucradas en hacer que la ruta fuera una realidad son: las agrupaciones Lumbanga, Oro Negro, Arica Negro y la Agrupación Adulto Mayor Julia Corvacho, las que también están en contacto con organizaciones afrodescendientes de países vecinos, como Perú y Bolivia.
Además de la ruta se creó una guía que incluye, la descripción de los 12 hitos que la componen y una interesante investigación sobre el arribo de un grupo de 150 esclavos negros que en 1536, formaron parte de la primera expedición del descubrimiento de Chile, al mando de Diego de Almagro.
Al recorrer la ruta se van conociendo las costumbres y tradiciones de estos descendientes de los peones agrícolas del tiempo de la colonia. La ruta se extiende entre Arica y el Valle de Azapa y tiene 12 estaciones, las 2 últimas ubicadas en el Valle de Lluta donde se pueden ver, por ejemplo, las ruinas de lo que fuera una especie de “centro de reproducción de negros”, como lo llamaran algunos cronistas.
En el tramo mayor de la ruta se pueden recorrer: el Barrio Lumbanga, ubicado en pleno centro de la ciudad de Arica y que es uno de los lugares elegidos por los afrodescendientes para su convivencia, la capilla, el Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, donde hay una muestra permanente que exhibe el proceso de producción del aceite con prensas y molinos, el Museo Afro, la parroquia San Miguel, donde se realizaron bautizos a esclavos negros que eran inscritos con los apellidos de sus dueños, el cementerio San Miguel, donde hay vestigios de entierros humanos de más de 3 mil años, algunas bodegas, la iglesia Poconchile, donde se guardaban las partidas de nacimiento de los esclavos, entre otras.
Hoy las familias descendientes exponen los vestigios de sus antepasados, sus fotografías, utensilios y máquinas de cuando trabajaban en las labores relacionadas con la cosecha de aceitunas, sus viviendas típicas, como las chozas de paredes de caña con barro que se usaban como tiendas donde vendían aceitunas, totora, trigo y una vaina comestible llamada pacay. Para las viviendas usadas más recientemente han creado recreaciones hechas con quincha y piso de tierra.
Las familias también muestran sus bailes, como aquellos bailados en grupo como el tumbe, baile en que mujeres y hombres chocan sus caderas; el chavarí, donde quien baila gesticula como los animales siguiendo el ritmo de la percusión; y también aquellos bailes que se bailan en parejas, similares a la cueca o la marinera. Estos descendientes también comparten los recuerdos que permanecen en la memoria y las historias narradas por los abuelos.
Por Marisol Tapia. Reporteros del Patrimonio/ agosto 2009.