Conversando con Elicura Chihuailaf

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En la búsqueda que mi alma tiene por estos días, llamé a Elicura Chihuailaf porque quería estar un rato con él y conocer más de su mundo, sentía de alguna manera  nutriría mi mundo. 

Aquí les comparto nuestra conversación: Acabo de tomar el bus de vuelta a Temuco y luego sigo a Pucón para volver el domingo, en la noche a Santiago. Elicura, me vino a buscar y a dejar al terminal.

Fuimos a su casa, donde estaban su madre de 95 años, su hermana Rayen y un amigo, quién lo acompañaba porque lo estan postulando para el premio Nacional de Literatura… así es que fue realmente un honor compartir con ellos en un momento verdaderamente histórico. Nunca un mapuche fue postulado a este premio en Chile, y probablemente en toda América del Sur, nunca una persona indígena fue postulada a un premio como este.

Sin embargo, quiero compartirles nuestra conversación en la cual exploramos sobre diferentes temas y estas notas son mis notas de lo que yo escuché que Elicura dijo, por lo cual – por supuesto – que no tienen la fidelidad de lo que son sus palabras y su sentir.

Comenzamos hablando de la ternura que es una palabra que menciona todo el tiempo y que en el mundo mapuche no hay definiciones textuales. Entonces ellos no la definen sino que dicen que es una relación con el entorno y con los demás y las personas, es una relación de equiparidad y dependencia mutua entre todos los aspectos positivos y negativos.

Ternura es aceptar esa conversación y diálogo contigo mismo y con otros y en donde, incluso, amas lo negativo que surge de una relación porque desde los espacios negativos las relaciones también pueden levantarse.

Nuestra tarea es conocer lo que nos rodea. No se puede amar lo que uno no conoce. Decía que el dar es un acto de ternura, es como nos relacionamos con lo inmediato, lo mediato, lo concreto, lo visible e invisible.

El habla, todo el tiempo, de los distintos espíritus que habitan nuestro mundo, que pueden llamarse también energía o fuerzas.

Decía que hasta las piedras tienen vida, solo que nosotros hemos olvidado su lenguaje.

Un acto de ternura es un acto de reciprocidad, una relación de igualdad entre la naturaleza y yo.

Compartió que la conversación es el arte de la palabra, es lo que revela la conversación entre nuestro espíritu y corazón y ahí es donde se revela lo infinito y lo cotidiano. Lo mas importante es escuchar, dijo.

La ternura es el sustrato donde habita todo, es la palabra misma habitamos en ella y somos habitados por ella en su positividad y negatividad.

Luego hablamos del amor. Lo dividió en dos: un amor que tiene que ver con lo sublime, este es el amor de pareja, donde la ternura es luz y es un amor que uno tiene que trabajar más constantemente.

En el amor de pareja abrazamos a un otro como se abraza a un árbol o a una flor, a veces somos torpes en esto. Tenemos que trabajar mas duramente en aprender a hacerlo.

En el amor del espíritu es amar, por ejemplo, una piedra porque ahí se sentaban mis antepasados y es la manera de abrazar su memoria.

Luego hablamos de la circularidad. Dijo que lo cotidiano y trascendente, todo sucede al mismo tiempo. Somos presente porque tenemos pasado y por eso somos futuro. Nada se puede escindir, apartar, sacar, porque somos una unidad, entendiendo que todo es circular.

Luego le pregunté por el pecado y dijo que para el mundo espiritual o mapuche no existe el concepto de pecado, sólo el de desarmonía y esto ocurre cuando uno rompe los equilibrios. Entonces, la culpa no existe porque no hay pecado. Sólo existe la responsabilidad de reponer ese equilibrio.

La tristeza ante la muerte es el drama del mundo occidental porque en el mundo religioso te irás al cielo o al infierno. En el mundo mapuche la muerte es un viaje circular, una continuidad y la tristeza es sólo porque no sabes cuanto tiempo tomará para encontrarte nuevamente con tus seres queridos.

Le pregunte acerca del “para siempre” y entendí lo siguiente que para mi fue muy significativo. El “para siempre” es un concepto reducido y fragmentado, es como si yo puedo mantener un pedazo de algo en el tiempo, es como si no le doy la oportunidad de ser, expandirse, crecer.

Hablamos de la pureza y el decía que en el mundo occidental es un concepto excluyente. Rehue significa el lugar donde se reúnen todas las energías, la negativa y positiva. El ser es siempre puro porque se asume como un entero con su positividad y negatividad. Tal vez un estado no puro sería cuando no asumimos algunas de estas energías. Si asumes sólo tu negatividad o sólo tu positividad sería un estado de no puro porque te fragmentas nuevamente.

Decía aunque sientas tristeza, ponte de pie y parlamenta como lo hicieron tus antepasados.

Antes de despedirnos, hablamos del silencio. Decía si uno no es capaz de asumir el silencio, no puedes escuchar: En el silencio contemplas y ahí puedes entrar en la profundidad de tus pensamientos y eso implica acción.

La naturaleza de la cual uno es parte tiene pausa, una flor no crece de un rato para otro. Un rio se hace grande en la medida de que las vertientes lo van nutriendo. Escuchar al ser en el otro es aceptar como las vertientes te van nutriendo.

Aquí nos despedimos. Elicura me dejó en el bus y me hizo señas con su mano, hasta que ambos desaparecimos de nuestra vista completamente.

Tuvimos una conversación con tiempo y hubo tiempo para decir adiós, desde un profundo espacio de ternura que es el sustrato desde el cual su mundo habita y que es mi gran búsqueda hoy.

Por Angélica Fanjul Hermosilla. Fotografía:  Hèctor Gonzàlez de Cunco,  serie «Retrato Azul de La Araucanía».

Santiago, 24 de julio 2012.

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