Tras la muerte de Rodrigo Rojas, quemado vivo durante la jornada de protesta del 2 de julio de 1986, Verónica De Negri, su madre, a los pocos días de su regreso a Estados Unidos, envió una carta al Comité Pro Retorno de los Exiliados, que funcionaba en la sede de la Comisión Chilena de Derechos Humanos.
Esta carta que reproducimos de manera textual fue publicada en el libro Amor Subversivo. Epistolario Testimonial, editorial Emisión, abril de 1988.
«Queridos amigos Comité Pro Retorno de los Exiliados:
En mayo, Rodrigo se fue a Chile buscando sus raíces, y en su joven esperanza iba seguro de que la muerte no existía.
En julio partí yo conteniendo la angustia ante el horror que me esperaba.
Fue duro ver a mi hijo. Fue duro presenciar su agonía. Fue duro verlo morir aferrado a la vida hasta el final. Y sin embargo, en la fortaleza del pueblo chileno y la solidaridad norteamericana encontré fuerzas y esperanzas. Entre toda la tragedia cotidiana de la represión, el hambre y la violación de los derechos de individuo viví en Chile momentos hermosos.
Enumero sólo algunos de ellos; son demasiados los ejemplos.
– Cuando Rodrigo agonizando necesitó sangre de urgencia encontramos que la dirección del hospital había cerrado el banco de sangre. Respondiendo a nuestros llamados aparecieron de la nada centenares de jóvenes chilenos dispuestos a dar sangre para salvarle la vida.
– Después de la muerte de Rodrigo, fueron miles y miles los chilenos que lo despidieron, lo rodearon de flores, y me dieron luego un abrazo de dolor común. Durante su funeral, el gobierno desató su conocida violencia.
Cuando las Fuerzas Especiales de Carabineros pretendían impedir que se enterrara a Rodrigo con la dignidad correspondiente, fueron de nuevo los jóvenes chilenos los que interponían sus cuerpos sujetando el féretro con fuerza. Era importante para ellos, como para mí, poder llegar hasta el cementerio con el cuerpo de Rodrigo; no podíamos permitir que se robaran su cadáver.
– En el camino al cementerio, chilenos anónimos saludaban el paso de mi hijo, algunos arrodillándose en las calles, otros uniéndose al cortejo.
Llegué a Santiago con el dolor y la angustia por el crimen perpetrado contra mi hijo. Salí de Chile orgullosa de mi hijo fortalecido por el valor de mi pueblo.
En el rostro de la juventud, vive mi hijo.
En el espíritu unitario de los chilenos luchando por la justicia, vive mi hijo.
En este tiempo encendido de esperanzas, vive mi hijo.
En el canto humano de los muros de Santiago, vive mi hijo… esos muros gritan: «Pueden cortar las flores, pero no podrán impedir la llegada de la primavera».
Por último, en la solidaridad de todos ustedes, vive mi hijo…
Me han entregado ustedes aún más fuerzas y esperanzas.
Con cariño y fraternidad.
Verónica De Negri».
Washington, D.C. – 18 de julio de 1986.
Carta publicada en el libro Amor Subversivo. Epistolario Testimonial. Myriam Carmen Pinto. Editorial Emisión, Chile – abril 1988.